Por: Michael Negrete Cruz
La aparición triunfal
Así pues, la invención del más rudimentario de los inodoros fue en 1589 por el inglés John Harrington, quien lo bautizó como water closet o w.c. por sus siglas en inglés. Este sistema incluía el mecanismo de descarga de agua accionado por una manilla y un tanque de almacenamiento, el cual – cosa curiosa – podía servir al mismo tiempo como pecera para decorar la habitación. De ahí a la fecha los cambios del sistema de desagüe y estética fueron tan variados como la creatividad humana llega de lejos, pues quienes comenzaron a fabricarlos y comercializarlos de forma masiva eran quienes hacían las vajillas de porcelana de la época.
Paradójicamente y contrario a su mala fama, en 1668 el gobierno parisino fue el primero que ordenó la implementación de estos dispositivos en las casas, mientras que en Londres la medida se tomó hasta el año 1848.
La era digital… en su baño
Ya metidos en la cuestión de que el sumirnos en un “estado contemplativo” implica buena parte de nuestra vida pues – según mis cálculos es algo así como 380 días a razón de 20 minutos diarios viviendo 75 años -, a través del tiempo no la hemos ingeniado para mejorar sustancialmente estos muebles, no sólo en cuanto a estética sino en funcionamiento. Por ello, la era digital ha traído consigo inodoros inteligentes que tienen funciones automáticas y por control remoto, por ejemplo: por medio de un sensor de rayos infrarrojos suben o bajan la tapa al acercarse – alejarse, calienta el asiento, con un chorro de agua limpian y luego secan con aire cálido las áreas nobles del usuario, además de desodorizar instantáneamente el ambiente; eso sin olvidar a los que cuentan con la posibilidad de hacer estudios de orina útiles para diabéticos.
Así que no cabe duda, si hay un invento que ha cambiado por completo la vida de las sociedades, ese es nada más y nada menos que su maravilloso sanitario.